Berlín, 17 de octubre de 2007
No soy yo el que está escribiendo esto pasada la media noche sino mi conciencia. La misma que me dice que si un milagro no lo remedia, dentro de unas horas estaremos vendiendo crecepelo a los calvos y pastelitos a los diabéticos. Porque otra cosa no, pero vender vendemos y cuando nos entra la mala hostia... Y lo de hoy ha sido para defecar sobre los antepasados defenestrados de la madre que dio a luz a Paneque. Por decirlo finamente.
Para empezar la hora intempestiva de la salida del avión nos hizo llegar casi sonámbulos, aunque no hay nada que no se pueda arreglar con un buen almuerzo típico alemán junto a la Puerta de Brandemburgo: spaghetti scampi, mozzarella caprese y cerveza aframbuesada. ¡Toma del frasco Carrasco! En cuanto a la Puerta de Brandemburgo... psss... como la de Alcalá pero en versión teutona. Justo al lado de la misma el Reichstag y en frente de la Puerta, en Berlín Este el Pirulí, y en Berlín Oeste la Torre de la Victoria. ¡Ea! Ya conocemos Berlín, ¡al tajo!
Pasadas las tres del mediodía nos dirijimos hacia el Berlín Congress Center para montar nuestro puesto itinerante de crecepelos. No tuvimos que ir en busca de ningún paquete, porque éstos estaban pacientemente esperándonos junto a la puerta. Montamos el chiringo, leimos la receta del nuevo crecepelo, seguimos sus instrucciones al pie de la letra con el fin de actualizar nuestra fórmula secreta y... ¡ catacrash!
Primer batacazo. No funciona prácticamente nada de lo que discretamente funcionaba hace quince días en Eindhoven. Si usamos DHCP no nos arranca y si no, de todas formas; al registrar puntos de luz X10 éstos no se publican en el resto de nodos; en lugar de dos cámaras sólo aparece una y captura aleatoriamente de una de las dos webcam sin que podamos deducir cuando lo hace de una o de otra o de ambas a la vez meclando estrepitosamente sus fotogramas en el mismo flujo de vídeo. Para colmo, apenas hay contenidos multimedia. Vamos... ¡un desastre! Confiamos en que todo se solucione en los minutos previos, porque hoy nos fue imposible dar con la fórmula secreta. Sin embargo soy optimista y en un alarde de ello, he bautizado con champán a una de las máquinas: la Chiquitogateway. Nooooo.... no fue que se me derramase la copa de champán en el teclado... no. ¿Que por qué lo de Chiquitogateway? Póngase el lector en situación:
Usuario: - Hágase la luz
Chiquitogateway: - No puedorl, no puedorl, no puedorl...
U: - Que te he disho que enciendas la bombilla.
C: - Esto e uno que vaaaaa y dise... siete cámara güeb vienen de bonaaaanzaaa... un vídeo blanco un vídeo negrooo
U: - Te voy a ahogá en Champán hasta que te salgan burbujas por el fistro.
C: - Jaaaaarrrlll... ¡no me haga guarrerida ehpañola!
Ese es más o menos el proceso a seguir para encender una bombilla con la pasarela residencial.
Tras aceptar por imposible el dar con la tecla, nunca mejor dicho, decidimos llamar a un taxi para que nos llevase a un restaurante dónde comer comida típica berlinesa en un garito que no estuviera enfocado en los turistas. Y así conocimos a Mel, un taxista que conoce a la banda de Enique Ortiz de Landázuri y a Rosendo Mercado, que chapurreaba un poco de español, que ha estado en Málaga y Sevilla. El típico taxista joven alemán: negro, con rastas, hablando un inglés perfecto... El taxista nos llevó al hotel, para coger un chaleco, bajamos y nos llevó a un restaurante típico berlinés. En el camino hacia el restaurante atravesamos un check-point charly repleto de bellísimas berlinesas de mentalidad abierta. Obvia decir la de comentarios que surgieron en el taxi acerca de la belleza extrema de estas solitarias germanas de la acera que, es de imaginar, hubieran salido de algún restaurante dónde cenaban para fumar algún cigarrillo.
Por fin llegamos al restaurante. Un retaurante estupendo, con una carta amplia de platos típicos berlineses, en todos los idiomas: alemán, inglés, italiano, español, francés... Desgraciadamente las camareras no hablaban ni una palabra de otra lengua que no fuera alemán. Pero no estuvo mal, cena contundente y barata, con cerveza autóctona y buenos postres. Terminando de cenar llamamos a Mel para que viniera a recogernos, y nos llevara a alguna zona de marcha, para tomar un par de cañas, bailar... en definitiva conocer la marcha berlinesa que tanta fama tiene. Según Mel, dónde más marcha hay es en la zona de Berlín Este, lo malo según él, es que en la mayoría de garitos te piden entre 30 y 40 euros por la entrada, así que nos llevaría a un garito en el que la entrada era gratis.
Efectivamente, nos llevó a un garito en el que la entrada era gratis. El acojone era general, porque la entrada estaba cerrada y Mel tuvo que llamar al timbre para que abrieran. "Es que a mi me conocen aquí y os puedo facilitar la entrada y que os hagan descuento". ¡Y un carajo! Menudos descuentos... eso sí tampoco quisimos entrar en el juego del regateo, no había mucho interés. Al entrar la decoración era original, multitud de sofás de cuero negro, grandes lámparas de cristales, espejos de grandes dimensiones, todo el piso enmoquetado y... los cubatas ¡¡a treinta euros!! El champán a 450 €, el Chardonay a 330 € y una botellita de vino rosado espumoso 150 €. Y Whiskas. Y claro... dónde hay comida para gatos, hay gatos. Allí conocimos a un "esperpento" de Salamanca, que llegó a Berlín en el 89 con los padres. Hizo bien, porque quedarse en Salamanca sería desprestigiar tan bella ciudad. Tras quince minutejos en aquel antro ya estábamos saturados, no nos gustó la recomendación de nuestro chófer, así que nos fuimos a dormir al hotel. No fue difícil encontrar un taxi en la puerta, puesto que es sitio frecuentado por taxistas, no sabemos si van a comisión o es que hay mucho turista aficcionado al cuidado de felinos. Algo raro debe haber. Cogimos un taxi recién llegado a aquel garito y le indicamos nuestro hotel. Cosa rara que el taxista sólo hablaba danés, que nosotros ni siquiera sabíamos que existía como idioma, y que en principio no sabía dónde quedaba el hotel. Llegamos de puñetero milagro (menos mal que la calle del hotel, Luckenwarder Strasse, es algo fácil de recordar) pero llegamos sanos y salvo.
Y eso es todo por el primer día. Mañana toca reparar entuertos. Aunque claro, tú que lees esto dirás -¡pues yo tengo una prima en Salamanca!- Pues te acompaño en el sentimiento hijo, te acompaño en el sentimiento.
1 comentario:
"mucho turista aficcionado al cuidado de felinos"
jajajajajajajajajajajajajajjajajaaj
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